lunes, 28 de marzo de 2016

UN CUENTO PARA CADA ÉPOCA


    A continuación, voy hablar del artículo "modelos de infancia" escrito por Anabel Sáiz Ripoll.

    Cada periodo histórico ha acuñado un patrón preciso de infancia, lo cual se ha manifestado en los libros destinados al consumo infantil.
    La literatura infantil parte de unas bases prefijadas por los adultos , quienes, así, se erigen en guías de los niños. De aquí que, en cada etapa histórica, se ofrezcan unos temas, estructuras y estilos determinados según lo que precisen los adultos sobre qué es un niño y cómo debe comportarse. Se trata de un círculo en el cual el adulto, transmite al niño, los valores que considera necesarios para su formación y desarrollo como persona.
    Es lógico que un padre se plantee la educación de su hijo y que quiera intervenir en ella de forma directa.
    A menudo, el adulto, mediante el ejemplo que hala en las lecturas infantiles, no sólo pretende ofrecer una imagen recta al niño de cómo debe comportarse para ser como él mismo, sino que, se evade hacia ese pasado y aquí está el error, la mayoría de las veces se trata sólo de un modelo anacrónico, ya superado por la propia dinámica social, que necesita revisión.
    Para que el niño se identifique con la obra que lee, es preciso que ésta ofrezca experiencias similares a las que vive el niño diariamente o a las que quisiera vivir.
    En las obras de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, el modelo que se ofrece al niño es, el adulto en miniatura. Se muestra todo un mundo que el niño puede identificar porque reproduce su propio esquema familiar: madre e hijos; maestros y amigos y niños.
    Los modelos de socialización infantil ha ido evolucionando en cada una de las siguientes etapas cronológicas:
De 1875 a 1902 eran cuentos de calleja. Calleja propone un modelo de niño ejemplar, bueno con sus padres, amable con los desconocidos, estudioso, aplicado y caritativo con los pobres. Sólo persigue un fin: ser bueno y llegar al cielo.
Durante la preguerra, la literatura infantil española vivió un momento de esplendor gracias a Elena Fortún, Antonio Robles y Bartolozzi.

    De 1902 a 1939 aparece El Camarada de José Dalmau Cortés. Propone un modelo de niño sumiso, acepta cualquier mandato, es bueno por imposición y presenta instinto de culpa. Se le ofrece un mundo dividido, serán niños temerosos, angustiados...
   

   
    De 1939 a 1950, tras la posguerra, apareció en la radio Antoñita la fantástica, representada por su propia autora Borita Casas. Antoñita era una niña de clase media acomodada, a la que le pasaban cosas divertidas, siempre en el ámbito infantil. Era una niña traviesa, con aspectos positivos y negativos que observaba el mundo y aprendía a entender las cosas. El mundo de Antoñita era real, su autora se valía de sus aventuras imaginativas para denunciar aspectos y defectos de una sociedad adulta que aún no ha aprendido a comprender a los niños.

    De 1951 a 1962, concretamente 1962 surge Marcelino Pan y Vino por José María Sánchez Silva. Tuvo gran éxito en España como en el extranjero. Hace referencia a un cuento religioso, pero Marcelino ejerce el rol de niño travieso-ejemplar, uniendo aspectos de las dos décadas anteriores. Marcelino es un niño que al infringir una prohibición, inicia una amistad con un ser trascendente y que, llevado por su generosidad conseguirá el deseo de ver a su madre.


    De 1962 a 1973 se produce una etapa de apertura, de optimismo que se plasmó en toda la sociedad. El modelo de niño de esta etapa es el niño rebelde. Se puede ver reflejado en El Polizón de Ulises escrito en 1965 por Ana María Matute. En este libro se representa a Jujú, un niño rebelde que se reserva para sí una parcela de su personalidad a la que sólo él tiene acceso, que guarda su intimidad de los demás, que lleva una especie de doble vida. Con ello, Jujú abre el camino de la autonomía a otros niños.

    Finalmente, de 1973 a 1985 el cambio operado en la sociedad aparece también en la literatura infantil. El modelo de niño que se adopta en esta época es el niño independiente con capacidad suficiente para hacerse oír entre los demás y el cual quiere participar en su proceso formador. Lo podemos ver en la Ciudad que tenía de todo de Alfredo Gómez Cerdá en la cual podemos ver como los niños reaccionan frente a una masa social alineada y que advierten que los derechos del hombre están en peligro.


    Como podemos observar, el modelo de mundo que se propone en ellos es el modelo adulto. Los niños que aparecen en los cuentecitos se comportan como adultos y llevan a cabo sus mismas tareas. Los niños son buenos y caritativos y hacen caso de padres y maestros. Sus actividades cotidianas son dar limosna, limpiar la casa y hacer el bien.

   
Tras este análisis, podemos concluir que, como hemos podido ver, desde principios de siglo hasta ahora, el cambio ha sido radical y drástico y hemos podido observar un paso en el tiempo en el cual, en cada época, decantaba un modelo de niño.
    La literatura infantil, ha ido paralela a la sociedad y ha mostrado cualquier cambio.
    Nos movemos en un círculo entre sociedad y literatura, ya que existe la retroalimentación, es decir, la literatura refleja la sociedad del momento y eso es importante, pero también tenemos que tener en cuenta que actúa ofreciendo modelos, tipos, que el niño puede imitar, con lo cual el sistema social se robustece y se perpetúa.
    No olvidemos que la literatura infantil refleja el mundo pero también lo modela.







1 comentario:

  1. Muy buen trabajo. Te anoto también esta reflexión sobre el artículo.

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